Desde lejos te había visto atravesar nuestros caminos,
desde lejos había escuchado tus palabras,
desde lejos... te seguía.
Pero aquel día... lo había decidido;
entré en la estancia.
Era difícil llegar hasta Ti, todos te rodeaban.
Como pude, me postré delante abrazándome a tus pies,
permaneciendo largo rato en silencio.
De pronto, sentí toda mi vida escondida en tu mirar,
transformándola en tu amplio mar de misericordia.
Mientras, mi amor se iba agrandando
a la medida de tu perdón.
Quiero seguirte siempre Señor, y...cuando vuelva a mirar bajo,
cuando me vuelva a arrastrar, mírame,
y en la profundidad de tus ojos
nos volvamos a encontrar.
M.J Valladares
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