Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia,
mi esperanza que se despereza y abre los ojos,
entre asustada y confiada,
deslumbrada por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable,
de amar lo caduco y débil,
de confiar en quien se hace humilde,
de enriquecerse entregándose.
Aquí estoy,
Señor,
en el umbral
de tu tiempo,
estremecida,
aturdida, vigilante,
expectante...
enamorada,
percibiendo
cómo avivas en mi pobre corazón
los
rescoldos del deseo de otros tiempos.
Aquí estoy,
Señor,
en el umbral
de tu casa,
con la
mirada clavada en tus ojos que me miran
con el
anhelo encendido y el deseo en ascuas,
luchando
contra mis miedos,
queriendo
entrar en tus estancias.
Aquí estoy,
Señor,
en el umbral
de tu tiempo y casa,
medio
cautiva, medio avergonzada,
a veces
pienso que enamorada,
queriendo
despojarme de tanto peso, inercia y susto...
para entrar
descalza en este espacio y tiempo de gracia.
Aquí estoy,
Señor,
en el umbral
de tu tiempo y casa,
intentando
traspasar la niebla que nos separa,
rogándote
que enjugues tú mis lágrimas,
queriendo
responder a tu llamada con alegría
y salir de
mí misma hacia el alba.
Aquí estoy,
Señor,
orientando
el cuerpo y el espíritu
hacia el
lugar de la promesa que no veo,
aguardando
lo que no siempre quiero,
lo que
desconozco,
lo que, sin
embargo, es mi mayor certeza y anhelo.
Aquí estoy,
Señor,
¡Tú sabes
cómo, mejor que nadie!
¡No te
canses de venir!
¡No te
canses de llegar!
¡No te
canses de entrar
en nuestras
vidas y en nuestras historias!
Yo
continuaré aquí, confiando en tu promesa
y anunciando
tu presencia.
Florentino
Ulibarri
No hay comentarios:
Publicar un comentario