Me levantaré e iré, sé a dónde y a quién.
No es la primera vez que vuelvo
a la casa que un día dejé
arrogante y sin mirarte, poniendo
a prueba tu corazón de Padre.
Y tú me sorprenderás, nuevamente,
con tu acogida, como siempre.
Aquí estoy otra vez, Padre.
Te dejaré ser Padre,
reconoceré mis veleidades,
renunciaré a la excusa,
lanzaré silencios que griten;
aceptaré abrazos y besos,
permitiré que me laves como a un niño, que hagas fiesta en mi nombre,
que me regales anillo y traje...
Aquí estoy otra vez, Padre.
No vuelvo a tientas, vuelve el hijo;
el que se marchó de casa y malgastó tu hacienda, el que te hirió el corazón y rompió tus planes, el que quiso olvidarte con juergas y fiestas, el de siempre...
Aquí estoy otra vez, Padre.
Vengo como me ves, como ya sabes; por necesidad, herido y con hambre, porque sólo en ti halla paz mi pobre y vacío ser que ha fracasado en su huida.
Aquí estoy otra vez, Padre.
Florentino Ulibarri
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