lunes, 4 de julio de 2022

SENCILLEZ DE UN ALMA

Atardeceres tranquilos, creatividad de paz,

días de angustia vividos por almas inquietas que dan.

- Reflexión y silencio, gozo de un alma que ora,

sencillez de un helecho, que crece bajo el sol y en sombra mora.

- Sonrisas perdidas para ser encontradas

por personas heridas  incapaces de darlas.

- Seguridad que arrastra como calma de piedra,

confianza que arrebata en alegrías y penas.

- Dar apoyo al que ha caído, enderezando sus pasos,

dar valentía en la lucha y sosiego en el cansancio.

       - Tu vida...  murmullo sólido de oración

        que  invita a vivir a otros en el regazo de Dios.

 - Tus palabras son la entrega, tu cantar es el trabajo,

          bien dulcificas las penas del que sufriendo va a tu lado.

    - Porque te ama Dios y porque tu le amas,

vives el fuego de amor poniendo en fuego dos almas.

- Porque te ama Dios y porque tu le amas,

vives con ilusión, con alegría y con calma.

- Porque te ama Dios y porque tu le amas,

sonríes ante el dolor y aceptas las horas malas.

- Porque te ama Dios y porque tú le amas,

sé valiente en ese amor entregándole tu alma.

- Ansias de amor de esperanza y alegría

ancladas en hombres de Dios, laten en el alma mía.

                                                                                                        S. del A.  28/05/74



viernes, 1 de abril de 2022

A TUS PIES




Aquí estoy, Señor, a tus pies,
asustada, y aturdida,
temblorosa y silenciosa,
estremecida y expectante,
sabiendo que he llegado acusada,
pero sintiendo que avivas, en mi corazón,
las cenizas del deseo y la esperanza
y despiertas, con tu mirada y roce
mis entrañas yermas.

Aquí estoy, Señor, a tus pies
rodeada por quienes ves
y sus corazones de piedra,
abrumada por mis hechos
y mi conciencia mal enseñada,
juzgada y condenada
sin poder decir una palabra.
Soy carne despreciada y chivo expiatorio
de quienes pueden y mandan

Aquí estoy, Señor, a tus pies
sin dignidad ni autoestima,
con los ojos desorientados                                                       

pero con el corazón palpitando,
con el anhelo encendido,
con el deseo disparado,
aguardando lo que más quiero – tu abrazo–,
luchando contra mis fantasmas y miedos,
desempolvando mi esperanza olvidada,
y nuestros encuentros y promesas enamoradas.

Aquí estoy, Señor, a tus pies,
medio cautiva, medio avergonzada,
necesitada, sin entender nada...
pero queriendo despojarme
de tanto peso e inercia,
rogándote que cures las heridas de mi alma
y orientes mis puertas y ventanas
hacia lo que no siempre quiero
y, sin embargo, es mi mayor certeza.

Aquí estoy, Señor, a tus pies.,
¡Tú sabes cómo!

                                                                                                                  F. Ulibarri