Algo más que un silencio por aquellas
palabras
que, estando
vivos entre nosotros,
fueron
consuelo, fuerza y esperanza.
Palabras
que, no sabemos cómo ni de qué manera,
llenaron
tantos espacios ahora muertos.
Mucho más
que una lágrima porque, las vuestras,
fueron
llanto y ríos en abundancia
cuando
nuestros errores o decepciones
no siempre
estuvieron a la altura de lo que valíais.
MERECÉIS, ALGO MÁS
Que caer en
el olvido o en el absurdo
cuando, sin
quererlo o sin saber por qué,
dejamos
vuestros rostros esparcidos en bosques o en playas
campos o
mares, calles o plazas,
cuando, como
cristianos sabemos,
que sois
semilla destinada a descansar en Camposanto
MERECÉIS, ALGO MÁS
Que un día
con veinticuatro horas de recuerdos
porque,
vuestras pisadas en nuestros pasos,
fueron
aliento y entrega permanente
cuando la
vida nos castigaba cruelmente en nuestro caminar
MERECÉIS, ALGO MÁS
Que una
lágrima sin futuro o unas flores sin eternidad
Mucho más
que una añoranza sin esperanza
o un
“gracias” sin una apostar por el más allá
Mucho más
que una legítima ausencia
sin llorar
previamente nuestro arrepentimiento
Arrepentimiento
por las veces que, en el aquí y no en el allá,
no os dimos
el abrazo que ahora os daríamos
el beso que
tal vez os negamos
o el oído
que, tal vez por falta de tiempo, os retiramos.
Qué fácil es
amar cuando alguien se va
y qué
difícil, el Señor nos lo pondrá,
cuando tal
vez nos pregunte:
¿“Qué
hiciste en vida con tu hermano, tu padre, tu madre,
tu abuelo o
tu vecino, tu sacerdote o tu amigo”?
Porque, no
lo olvidemos,
ellos son
nuestros mientras viven junto a nosotros
pero son de
Dios cuando marchan de este mundo.
¡CUÁNTO OS
MERECÉIS! ¡DIOS OS LO DÉ TODO!
Javier Leoz
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